Tratamiento de aguas residuales en México
Cada año se vierten a los cuerpos de agua millones de metros cúbicos de aguas residuales, descargas municipales, industriales y agrícolas tratadas de forma inadecuada o sin tratamiento alguno. La contaminación del agua tiene un severo impacto en los ecosistemas y en la salud. Es preciso reducir los volúmenes y mejorar los procesos de tratamiento, no sólo para procurar el bienestar social y la protección ambiental, sino también por razones económicas y de seguridad nacional.
¿Qué pasa con el agua usada una vez que llega al drenaje?
En el tratamiento de aguas residuales, México enfrenta un gran reto para combatir la contaminación debido a la falta de infraestructura efectiva y eficiente para el tratamiento y reutilización de las aguas residuales.
Hay muchas plantas de tratamiento que no funcionan bien, otras que no funcionan, simplemente porque nunca se consideraron los costos de operación ni los de construcción de colectores; asimismo, los municipios no cuentan con fondos para cubrirlos. Otras plantas tienen sistemas que contaminan las zonas aledañas con aerosoles o con residuos sólidos o pastosos potencialmente peligrosos.
Además, en el país, la mayor parte de las plantas de tratamiento de aguas residuales se basan en procesos que en algunos países son considerados obsoletos por su enorme consumo de energía y por la cantidad de residuos sólidos y aerosoles peligrosos que producen y que, a su vez, también deben tratarse.
En México, las descargas de aguas residuales se clasifican en municipales (abastecimiento público urbano y rural) y no municipales (otros usos como industria autoabastecida). Según cifras oficiales, se trata el 52.7% de las aguas municipales que se generan, y el 32% de las aguas no municipales.
Aunque hay avances es aún insuficiente y existe un volumen indeterminado de aguas contaminadas que no son colectadas, que se pierden en las redes de desagüe o que se descargan de forma ilegal directamente al medio. Se calcula que en 2015 el costo económico de la contaminación causada por aguas residuales no tratadas fue de 57 403 millones de pesos, equivalentes al 0.3% del producto interno bruto.
La reducción de la contaminación del agua requiere una fuerte inversión en infraestructura para el tratamiento de las aguas residuales y representaría un ahorro en cuanto a la atención médica que debe darse al tratamiento de enfermedades diarreicas provocadas por agua y productos agrícolas contaminados. En 2015 murieron en México 3 754 personas debido a enfermedades infecciosas intestinales.
Invertir en la infraestructura necesaria para incrementar la capacidad de tratamiento de aguas residuales representa una ganancia a largo plazo al disminuir los costos de contaminación, sobreexplotación y transportación del agua. Estos costos irán aumentando progresivamente con el crecimiento de la población –particularmente en áreas urbanas–, al intensificarse la presión sobre los recursos hídricos.
Hay dos tipos de sistemas de tratamiento de aguas residuales sustentadas en procesos biológicos: aerobios y anaerobios. Los primeros proporcionan un medio de alto contenido de oxígeno para que las bacterias puedan degradar la materia orgánica de los desechos, son altamente demandantes de energía, generan muchos lodos y pocos gases resultantes. Los segundos utilizan bacterias que al descomponer la materia orgánica en ausencia de oxígeno, producen menos lodos y liberan más gases (metano y dióxido de carbono, amoniaco y ácido sulfúrico) que, en el marco de una aprovechamiento integral, pueden usarse como combustible.
Mediante el tratamiento de aguas residuales se genera un ahorro considerable al liberar el agua de primer uso para actividades como limpieza y riego, se disminuye la presión hídrica y la sobreexplotación de los acuíferos y se previene la contaminación de los cuerpos de agua y las enfermedades diarreicas, lo cual tiene un efecto positivo en el ambiente y en el bienestar de las comunidades.

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